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A muy pocos hubiera extrañado que esta nefasta coyuntura frus-
trase el planteamiento y los trabajos iniciales de la década del
cambio. Más aun, considerando que había razones suficientes para
cancelar provisionalmente el proyecto y reiniciarlo con la llegada
de vientos menos impertinentes. Sin embargo, como históricamen-
te sucede cuando vienen mal dadas, Asturias demostró tal resis-
tencia, disciplina y solidaridad durante el largo tsunami del corona-
virus, que no dio opción a pensar en otra cosa que no fuese en
salir más fuertes del infortunio y superar las dificultades para
avanzar cuanto antes hacia ese modelo de progreso que mayorita-
riamente se nos había encomendado. Que la lucha contra el virus
fuera ejemplar para España y para Europa, nos demostró una vez
más que hay pocos desafíos que no se puedan acometer en Asturias
si la voluntad y la fuerza va en el mismo sentido: el de conquistar
un presente propicio en oportunidades para garantizar el futuro de
las generaciones que habitarán el bienestar del siglo XXI.
La que hemos denominado década del cambio es un proyecto sóli-
do política e intelectualmente hablando, con un fuerte componente
de ilusión con el que deseamos contagiar a la sociedad asturiana
para compartir el camino y que, entre otras muchas cosas de im-
portancia, nos permita dejar atrás de una vez por todas ese escep-
ticismo colectivo que nos ha caracterizado en no pocos periodos de
nuestra historia reciente. No aprovechar este momento en el que
confluyen una serie de circunstancias sumamente positivas para
crear riqueza y crecer con la solvencia que Asturias merece en los
parámetros económicos, sociales y culturales, sería un desastre.
Este es un tren que no vamos a dejar pasar.
Cierto es que todavía transitamos por los arrabales de la inestabi-
lidad causada por la crisis sanitaria y el conflicto bélico, y es verdad
también que no vivimos tiempos excesivamente propicios para el
optimismo, pero nadie nos va a desviar del empeño que ambiciona-
mos y para el que, en medio de esa tormenta oscura a la que me
refería, vimos la posibilidad de hacer de la necesidad virtud y de
trabajar para provocar el anticiclón perfecto, ese que nos hace
pensar y creer en la concreción del bienestar social del siglo XXI.
No desaprovecharemos cualquier viento a favor que propicie el
escenario de una alianza entre las fortalezas de nuestra comunidad,
los recursos que nos reporta la pertenencia a la Unión Europea, y
la denominada cuarta revolución industrial con la irrupción de la era
digital. Una asociación a tres bandas que, si acertamos con los
tiempos y las estrategias, deberá ser imbatible.
Hay pocos desafíos que no se
puedan acometer en Asturias
si la voluntad y la fuerza va en
el mismo sentido
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