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QUO VADIS, CULTURA


                     Carlos Olalla. Actor y escritor.




                     ¿Dónde vas, cultura?, ¿Qué queda de nuestros referentes?, ¿Dón-
                     de están los intelectuales?, ¿Quién acalló sus voces?, ¿Qué fue de   ¿Cómo es posible que
                     los valores que nos marcaban el camino?, ¿Cómo permitimos que
                     esto pasara? Puede que el papel de la cultura, y el de quienes nos   hayamos permitido que se
                     dedicamos a ella, sea el de hacer preguntas, cuestionarnos y cues-  incube de nuevo el huevo de
                     tionarlo todo, invitar a que cada persona busque sus propias res-
                     puestas y venza sus propios miedos. Y si ese es nuestro papel, hoy   la serpiente y que haya
                     es más necesario que nunca. Nos enfrentamos a viejos fantasmas
                     y a nuevos problemas, a monstruos que resurgen de sus cenizas y   entrado en las instituciones
                     amenazan con arrasarlo todo. Y vuelven como lo hicieron entonces,
                     con la ignorancia por galón y la barbarie por bandera. Y la pregun-  para amenazar nuestra
                     ta que debemos hacernos es ¿Cómo es posible que hayamos per-
                     mitido que se incube de nuevo el huevo de la serpiente y que haya   democracia?
                     entrado en las instituciones para amenazar nuestra democracia?

                     Sería faltar a la verdad y al más mínimo atisbo de análisis racional
                     pensar que esto sólo está pasando aquí, que somos una excepción.
                     Nos enfrentamos a una amenaza global que se extiende por todo
                     el orbe. La democracia y la libertad están en peligro en países
                     donde hasta hace poco era impensable que pudieran estarlo. El
                     asalto al Capitolio o a la Plaza de los Tres Poderes no son hechos
                     aislados, sino actos cuidadosamente planificados y calculados que
                     no son más que la punta del iceberg que han puesto en nuestro
                     rumbo. Y nosotros, ingenuos, avanzamos confiados a toda máquina
                     hacia él. Creíamos, ilusos, que no era posible encontrar de nuevo
                     esos monstruos en nuestras aguas, pero un calentamiento global
                     de otra índole los ha esparcido por todos los mares y latitudes.

                     Muchos y variados son los factores que han contribuido a ello. El
                     paso de la sociedad de la palabra a la de la imagen ha sido, sin duda,
                     uno de ellos. La sociedad de la palabra exigía, nos exigía, buscar el
                     lugar y el tiempo necesarios para ponernos frente a unos signos
                     negros sobre un papel blanco que nos invitaban a reflexionar, a
                     analizar, a relacionar conceptos, en una palabra, a pensar y a crear-
                     nos nuestra propia opinión. Hoy, la sociedad de la imagen ha barri-
                     do todo eso. Nos lo dan todo hecho, por robarnos nos roban hasta
                     la imaginación. Basta con apretar un botón y podemos pasar de
                     pantalla en ese mundo virtual que está sustituyendo a pasos for-
                     zados a la realidad. De tanto dejar de hacerlo, hemos perdido la
                     capacidad de pensar, de formarnos nuestras propias opiniones y,
                     con ello, cada vez es más frecuente oír a la gente repitiendo lo que
                     más les han gritado o lo último que han oído y más difícil hablar con
                     alguien que tenga opinión propia.
























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