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A R T Í C U L O S DE
O P I N I Ó N
pleo de nuestro país. Lo era antes de la reforma, porque esta figu-
ra contractual existe desde hace mucho tiempo en nuestro país, y
lo sigue siendo ahora, porque su presencia se concentra en un
número limitado de actividades.
Antes de la reforma, en el cuarto trimestre de 2021, había 373.400
fijos discontinuos, que suponían el 2,2 % del total del empleo, con
los datos de la EPA. Ahora, en el segundo trimestre de 2023, son
695.300 personas, esto es, tan solo el 3,9 % del total del empleo
asalariado en nuestro país.
El contrato fijo discontinuo es una apuesta de la reforma laboral
para hacer compatible la estacionalidad productiva con la estabili-
dad en el empleo. Y está siendo un éxito, precisamente en las ac-
tividades que están sometidas a ciclos de actividad a lo largo del
año. El 60% de empleo fijo discontinuo se concentra en tres ramas
de actividad: la hostelería, la educación y el comercio. La hostelería
y el comercio directamente vinculadas a la industria turística que
desarrolla su actividad en temporadas y la educación por el curso
escolar y su interrupción en el verano.
En el tiempo que lleva en vigor, la reforma laboral de 2021 ha lo-
grado una intensa caída en la tasa de temporalidad, hasta acercar-
nos a la media europea. La tasa de temporalidad es un indicador
sintético que mide con precisión el nivel de precariedad contractual,
porque compara las personas que trabajan con un contrato tempo-
ral, en cualquiera de sus formas, con el total del empleo asalariado.
Durante décadas España ha sido una anomalía en términos compa-
rados con la Unión Europea, porque sufrimos una tasa de tempora-
lidad muy superior a la del resto de países de nuestro entorno.
Durante décadas la tasa de temporalidad del sector privado en
España estuvo por encima del 35%, alcanzando un valor máximo
en 1995, superior al 40%: de cada 100 asalariados del sector pri-
vado que trabajaron ese año 40 tenían un contrato temporal.
La tasa se estabiliza en el entorno del 35% hasta que estalló la
crisis financiera. A partir de 2008 el empleo temporal se desploma,
porque las empresas realizaron el ajuste vía empleo y lo hicieron a
través de la no renovación de los contratos temporales.
Es un ajuste que tiene casi como únicas víctimas a los temporales,
porque el empleo indefinido no empieza a sufrir los efectos de la
crisis financiera hasta la segunda recesión, la que se inicia en 2012,
coincidiendo, por cierto, con la reforma laboral del Gobierno Rajoy,
con el RDL 3/ 2012.
Expresado en cifras, entre 2007 y 2011, el empleo temporal se
desploma en 1,5 millones de personas mientras que el indefinido lo
hace tan solo en 90.000. Estos datos ponen de evidencia la perver-
sidad del modelo de la precariedad laboral, porque utiliza el empleo
como la fórmula para enfrentarse a las variaciones del ciclo econó-
mico.
La tasa de temporalidad bajó en la crisis financiera por la destruc-
ción de empleo temporal y por eso, cuando el empleo volvió a subir
en la fase expansiva del ciclo, se repitió el modelo tradicional de
nuestro mercado de trabajo, porque siempre la primera respuesta
de las empresas era volver a cubrir sus necesidades de empleo con
contratos temporales.
La reforma laboral de 2021 ha logrado romper con esta dinámica
perversa, porque desde su puesta en marcha, por primera vez en
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