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A r t í c u l o s de
o p i n i ó n
Por si no fuera poco, con el fin de la operación Sophia, una operación
que no tenía mandato de salvamento sino militar, algunos barcos
mercantes y pesqueros se han visto envueltos en operaciones de
salvamento marítimo siguiendo la legislación marítima internacio-
nal, y, en algunos casos, se han visto forzados a ir en contra de los
derechos humanos y llevar a la gente de vuelta le infierno del que
huyen. En otros casos, han vivido calvarios de largas esperas en
alta mar en condiciones precarias hasta conseguir un puerto euro-
peo de desembarco, como se vivió por ejemplo con el pesquero
español Nuestra Madre de Loreto, que rescató a 12 personas en
noviembre del 2018.
Actualmente, únicamente las organizaciones humanitarias trabaja-
mos para proteger la vida y los derechos humanos en el mar. Y,
paradójicamente, en vez de ser apoyados por las administraciones,
somos silenciadas, perseguidas y bloqueadas en Europa por deci-
siones políticas que carecen de sentido. Sin ir más lejos, el gobier-
no español en la última legislatura bloqueó durante más de 100 días
el buque Open Arms en el puerto de Barcelona sin ningún motivo
técnico, y nos liberó únicamente para transportar ayuda humanita-
ria a Grecia en época de campaña electoral. Además, una vez des-
bloqueado, desde la Dirección General de la Marina Mercante, que
depende del Ministerio del Interior, nos amenazan con multas de
hasta 900.000 euros y posibles suspensiones de la tripulación si,
siguiendo la legislación marítima internacional, participamos en
alguna tarea de rescate.
Siempre hemos esperado, y seguimos esperando, que se abran
investigaciones sobre las acciones de los gobiernos de la Unión
Europea como España e Italia, ya que sabemos que los que están
vulnerado las convenciones marítimas y de derechos humanos no
son las ONGs. Personas con nombre y apellidos tendrán que res-
ponder ante la Corte Penal Internacional de la Haya sobre tanta
vulneración de los derechos humanos.
Cuando Open Arms empezó a nadar hace casi cuatro años hicimos
una promesa, nos prometimos que no pararíamos mientras queda-
se una sola vida a la deriva. Ahora vamos más allá. No sólo no va-
mos a desaparecer mientras seamos necesarios, sino que, además,
hemos perdido el miedo de señalar con el dedo a los responsables
de tanta muerte e infamia. ¿Quién debe responder por los muertos
en el mar? Nosotros lo tenemos claro, ¿y tú? •
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