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EL PRIVILEGIO DE SER


                     DIRECTOR DE PERSONAS



                     Luis Miguel García Rodríguez. Director de RR.HH. Nestlé España.



                     A pesar de que la Tierra, nuestro Mundo, imperturbable sigue a
                     su velocidad constante de una vuelta alrededor del sol cada 365
                     días y 6h aproximadamente, todos sostenemos que hoy el mundo
                     va muy deprisa. Y eso se debe a que simplificamos el «mundo» a
                     nosotros mismos, y más concretamente a quienes nos ufanamos
                     denodadamente en competir. Para auto justificarnos y darnos una
                     dimensión transcendente, sostenemos que esta vorágine es nues-
                     tra forma de mejorarnos a nosotros mismos, de ser mejores cada
                     día, de autosuperación. Pero, en el fondo, nuestra prisa nace del
                     deseo de ganar al otro. De correr más que el otro. Como en la his-
                     toria de los que caminaban por la sabana y uno de ellos llevaba unas
                     zapatillas de velocidad al hombro.

                        ¿Para que llevas esas zapatillas?

                        Son para correr más si aparece un león

                        ¿Y crees que con ellas correrás más que el león?

                        No, ¡mi intención es correr más que tú!

                     De forma que, en el discurso empresarial actual, de forma continua
                     aparecen reiteradamente: «velocidad, velocidad, velocidad»,
                     «speed, speed, speed», flexibilidad, anticipación, conocer antes que
                     nadie los deseos de consumidores y clientes, etc, etc.

                     Hemos de añadir otra de las características de nuestros tiempos:
                     vivimos en un entorno VICA (volátil, incierto, complejo y ambiguo).
                     Quizás más conocido por su acrónimo en inglés, VUCA.

                     A mi juicio, no son descubrimientos nuevos, pero nunca antes ha-
                     bían generado un estado tan generalizado de exaltación y, si se me
                     permite, hasta de obsesión. Nunca antes había marcado tanto la
                     diferencia entre el ser y no ser. La competición se ha profesionali-
                     zado. Ya no vale con participar, Si no ganas o, al menos, subes al
                     pódium, no eres nadie. Nadie se fijará en ti.

                     Este es el terreno de juego (¿o campo de batalla?) de las empresas
                     actualmente. Del exterior llegan continuamente desafíos, nuevos
                     problemas para los que la sociedad espera una solución inmediata.
                     Sin periodo de gracia. ¡Ya se ha detectado una nueva necesidad!,
                     ¿Qué hacen estas empresas, que no nos la satisfacen inmediata-
                     mente?

                     Mientras tanto, ¿Qué ocurre dentro de las organizaciones? Emplea-
                     dos que esperan legítimamente un compromiso de la Empresa en
                     su empleabilidad presente y futura, un entorno que satisfaga con
                     inmediatez todas las necesidades, un entorno flexible que se pueda
                     acomodar a la diversidad de las realidades individuales, en la orga-
                     nización del trabajo, del tiempo, de las fórmulas retributivas, de la
                     ubicación o des-ubicación, etc.

                     El escenario que así se presenta a los CEO’s de las compañías y, en
                     particular, a los Directores de Personas (o de RRHH, según la evo-



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