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T E N D E N C I A S
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Este punto de inflexión en el que nos encontramos convoca a la
humanidad en su conjunto, porque hablamos de problemas globales
que requieren soluciones globales. Pero apela de forma especial a
las naciones que están llamadas a dirigir las grandes transforma-
ciones en tiempo y manera. Es el momento de liderar, en el sentido
más noble de la palabra.
Como presidente del Gobierno de España, quiero expresar mi más
firme compromiso para hacer que nuestro país se encuentre en esa
posición de liderazgo a lo largo de las próximas décadas. Y también
mi más profunda convicción de que lo vamos a conseguir. Es un gran
desafío, pero estamos ya dando los pasos fundamentales para
convertir los mejores propósitos en hechos consumados.
Es por ello por lo que, a pesar de las obligaciones impuestas por la
pandemia, hemos puesto en marcha en estos meses uno de los
mayores ejercicios de prospectiva a nivel europeo: la Estrategia
España 2050. Una herramienta imprescindible que no solo anticipa
la ruta por donde debería caminar nuestro país en las próximas
décadas, con el fin de lograr las mayores cotas de desarrollo y
bienestar; también define con enorme precisión los escenarios
donde centrar los grandes acuerdos de país. Porque hablamos de
acciones que superan con mucho los estrechos márgenes de la
apuesta partidista. Se trata de la España que ambicionamos. La
España que debe ser. La España que deseamos y merecemos, y que
solo podremos alcanzar si avanzamos con acuerdo y decisión hacia
unas metas comunes.
Como dije con ocasión de la presentación en Bruselas de la Estra-
tegia España 2050, no se trata solo de planificar el futuro, sino de
creer en él. La inercia, la improvisación del corto plazo y el desen-
canto son el caldo de cultivo de alternativas extremistas que nos
condenarían a un tiempo de conflicto, atraso y degradación social.
La única vía hacia el progreso es, por tanto, compartir una visión de
futuro justa y racional, que sirva para construir un proyecto colec-
tivo e ilusionante al servicio del bien común, sin sacrificar a nadie
en el camino.
Y hay motivos para la esperanza. La pandemia ha servido para
alumbrar un gran acuerdo europeo de recuperación que supone un
antes y un después en la historia de la Unión, superando lastres e
inercias que hasta entonces nos coartaban. No se trata solo del
volumen excepcional de recursos liberados, ni de los nuevos meca-
nismos de solidaridad puestos en marcha. Europa ha definido una
senda marcada por la transformación energética, la sostenibilidad,
la digitalización, la cohesión social y territorial, la igualdad y el fe-
minismo. Nuevos pilares sobre los que tenemos que construir el
edificio del futuro. Y la obra, imparable, ya ha comenzado.
No me extenderé aquí en detallar las líneas maestras del Plan de Europa ha definido una
Recuperación, Transformación y Resiliencia presentado por España
a las autoridades comunitarias para la gestión de los fondos euro- senda marcada por la
peos, y que como saben ha alcanzado una temprana y sobresalien-
te valoración por parte de Bruselas. Creo que a estas alturas sus transformación energética,
ejes fundamentales son de sobra conocidos, así como su detallada la sostenibilidad, la
coincidencia con la propia agenda del Gobierno de España y su
debido reflejo presupuestario. Pero sí quisiera aprovechar esta digitalización, la cohesión
oportunidad para hacer unas breves consideraciones sobre tres
aspectos que juzgo fundamentales, y que espero que puedan mover social y territorial, la
a la reflexión:
igualdad y el fe minismo
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