Page 89 - Tendencias 2021
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               nes de personas en el mundo (horizonte de 2030), con necesidades
               energéticas, alimentarias, de agua y otras, para colmar sus deseos
               de disponer de oportunidades vitales y los límites de los recursos
               naturales. Aquí reside el auténtico desafío climático y, en consecuen-
               cia, la batalla por la descarbonización tiene un componente de orden
               internacional y tecnológico significativo, además de solidario.

               En este contexto la escala europea se hace más necesaria que
               nunca por las transformaciones profundas en las que estamos in-
               mersos, con escenarios impredecibles, con civilizaciones y valores
               diferentes que están impactando en el cuadro jurídico internacional
               construido desde el final de la II Guerra Mundial, en un entorno
               fiscal y monetario turbulento, y la geografía económica y demográ-
               fica no tiene ya su eje central en Europa y el Atlántico.

               Esto tiene muchos impactos de orden económico y social, que nos
               obliga a más Europa para reafirmar los valores que han hecho po-
               sible una sociedad del bienestar nunca antes conocido en la histo-
               ria y referente del mundo. Unos valores bien definidos en el Título
               II del TFUE.

               Las consecuencias de la crisis financiera de 2008 perduran. Si las
               sumamos a las debilidades que la pandemia ha aflorado y a los
               impactos en el empleo de la revolución tecnológica, tenemos ante
               nosotros un escenario donde adquieren más sentido que nunca los
               acuerdos adoptados en el Consejo Europeo del 11 de diciembre del
               2020 para regenerar, transformar y muscular el sistema tecno in-
               dustrial de Europa.

               En la cuarta revolución industrial, el ritmo europeo y el ritmo de
               nuestros competidores están siendo diferentes en detrimento nues-
               tro. A modo de ejemplo, la estrategia de Lisboa (2000), en los al-
               bores del nuevo siglo, se marcó el objetivo de situar a Europa como
               la economía más competitiva y dinámica del siglo XXI. Veinte años
               después, sin menospreciar los impactos de la crisis financiera de
               2008 (algunas lecciones no menores debemos extraer de esta cri-
               sis), los caminos por los que ha discurrido la economía europea a
               lo largo de estas dos décadas no ha sido precisamente brillante
               comparándola con China y USA. No voy a centrarme en este perio-
               do por no ser el objeto del artículo, pero si quiero dejar constancia
               del hecho de que una política tecnológica e industrial que no con-
               templa la evolución geopolítica, sea esta interna europea o inter-
               nacional, desacoplando las estrategias y las medidas a la realidad
               de los intereses competitivos en juego, tiene el horizonte del fra-
               caso como final.

               Veinte años de pérdida de posición generó desde mediados de la
               década pasada señales de alarma máxime viendo la consolidación




                  En la cuarta revolución

                  industrial, el ritmo europeo y

                  el ritmo de nuestros

                  competidores están siendo
                  diferentes en detrimento

                  nuestro






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