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Ismael Serrano. Cantautor.
“De esta saldremos mejores”, nos decíamos al comenzar el
confinamiento. Nos asomábamos a los balcones y buscábamos en
la mirada del vecino un espejo en el que reconocernos. Al ver en
nuestros compañeros de aplauso el reflejo de nuestro miedo y de
nuestra incertidumbre nos sabíamos más fuertes: no estábamos
solos. Quizá sí se pueda sacar esa conclusión después de tantos
días de encierro: no estamos solos. Quizá poner por fin en valor lo
común, y por extensión lo público, sí sea una consecuencia de esta
crisis sanitaria.
Es posible que, después de lo vivido, los músicos recuperemos en
nuestros relatos las referencias a los anhelos compartidos, al pro-
yecto común, a ese “nosotros” desatendido por los escritores de
canciones. Durante un tiempo se impuso de manera hegemónica
una estética cultural que proponía el escapismo permanente. El
caso era evitar que la mirada política contaminase la obra artística.
Mejor hablar de nuestros fracasos sentimentales que de nuestras
derrotas políticas. Daba más pudor confesar las simpatías políticas
que compartir las intimidades amorosas. No se escribían canciones
políticas por temor a caer en el panfleto pero no nos daba miedo
pecar de cursis.
Los cantautores padecemos este estigma. Ningún humorista pierde
la oportunidad de hacer un buen chiste sobre el cantautor solemne
y aburrido. Porque participar en el debate político era eso: algo
aburrido y caduco. Es verdad que el 15M cambió el paradigma. De
repente gente muy joven empezó a interesarse por la política. La
imagen de la Puerta del Sol como ágora de debate efervescente en
la que se discutía sobre el futuro de todos o sobre la justicia social
alimentó la ilusión de mucha gente que exigía asumir el protagonis-
mo que le correspondía. Eso se trasladó a la música. Grupos que
hasta entonces nunca le habían cantado a la desigualdad y a la
precarización escribían canciones que aludían a ese “nosotros”
hasta entonces omitido.
Convengamos que el 15M ha perdido la fuerza de sus inicios. De
desanimar al personal se han encargado los que vieron tambalear
su hegemonía: medios de comunicación afines al régimen, defen-
sores del bipartidismo, reaccionarios de toda la vida e incluso iz-
quierdistas acomodaticios que veían aterrados como unos recién
llegados pretendían desplazarles de sus cómodas butacas. Pero a
pesar de ello el espíritu del 15M aún vive en el ánimo de muchos
jóvenes que creen que ya es hora de cambiar las cosas.
Y esa radiación de fondo, fruto de la primera explosión, aún se
puede encontrar en las propuestas musicales de algunos artistas.
La imagen de la Puerta del Sol como ágora de debate efervescente
en la que se discutía sobre el futuro de todos o sobre la justicia
social alimentó la ilusión de mucha gente
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