Page 56 - Tendencias 2024
P. 56

T  E  N  D  E  N  C  I  A  S
                                                                             2 0 24




               Pero simplemente un dato…. Cada año se acumulan en el medio
               rural español del orden de 50 millones de toneladas de biomasa. Es
               verdad que parte de esa acumulación es recuperación ambiental,   Cada año se acumula en
               pero otra parte es respuesta rabiosa de una naturaleza que lleva
               100 siglos pastoreada hasta la raíz. Si no sabemos racionalizar ese   el medio rural español del
               proceso tampoco lograremos la recuperación ambiental, y la ingen-
               te cantidad de madera muerta acumulada sobrepasará los límites   orden de 50 millones de
               de lo ecológicamente deseable, y simplemente será antesala de   toneladas de biomasa
               incendios forestales. Es verdad que existe una corriente de pensa-
               miento reciente que pretende quitar dramatismo a los incendios
               forestales, asumiendo que la construcción del paisaje mediterráneo
               tiene interiorizada la presencia del fuego. Pero eso, que no es falso,
               tiene sus márgenes. Porque tampoco la construcción del paisaje
               mediterráneo en mosaico puede apoyarse en una continuidad ho-
               mogénea de millones de toneladas de combustible forestal dispues-
               to a la cremación. Y difícilmente vamos a poder aceptar como so-
               ciedad que el modelado del territorio rural tenga como primer
               argumento el fuego. En un contexto, además, de búsqueda alterna-
               tiva de elementos infraestructurales y energéticos basados en la
               sostenibilidad, debiera ser posible una alianza mutuamente bene-
               ficiosa entre la consolidación ambiental de nuestro territorio, y el
               uso razonable de la biomasa.

               En resumen, y volviendo a la visión global de lo que está ocurriendo,
               parece como si el territorio rural, antes madura construcción cultu-
               ral en donde se combinaba con cierta armonía el uso y la conser-
               vación, la producción y lo silvestre, se estuviera, básicamente como
               consecuencia del abandono de la presencia y la actividad humana,
               radicalizándose hacia dos aproximaciones divergentes e incluso
               enfrentadas.

               Por un lado, vive un proceso de intensificación y concentración
               agraria hasta el punto de que nuestra agricultura es ya agroindus-
               tria, y sus pautas organizativas tienen que ver más con los modelos
               de la producción intensiva que con los avatares del calendario za-
               ragozano. Cada vez más industria, cada vez más máquina, cada vez
               menos mano de obra, y cada vez más proceso fabril. Coherente con
               ello el viejo agricultor familiar pierde peso y protagonismo en un
               mundo que cada vez gobiernan más los capitales financieros, los
               fondos de inversiones, y cada vez gestionan más las empresas de
               servicios que aparecen, hacen, y desaparecen.

               Pero, por otro lado, y al tiempo, la desaparición de la presencia y el
               uso difuso del residente local, del pastor, del carbonero, del agri-
               cultor marginal, desencadena una recuperación del dominio de lo
               verde que apenas podemos controlar, que no encontramos forma
               ni gente para gestionar, y que aboca a una uniformización del pai-
               saje, con intensificación además de la carga de biomasa, que solo
               encuentra equilibrio en el fuego. Es preciso repetir…. Si no hay
               gestión, en los ecosistemas mediterráneos, habrá fuego, y fuego
               incontrolado e inclemente. Y esto es preciso recalcarlo, máxime
               cuando últimamente incluso empezamos a escuchar voces que
               pretender normalizar el discurso de la inevitabilidad del fuego ador-
               nándolo incluso con presuntas bondades.

               En resumen, en lo rural se vive un cruce de caminos divergentes.
               Una divergencia que supone un choque de trenes en las líneas de
               borde, sobre un espacio vacío en el que apenas queda gente.

               Y, como mecanismo infernal que se retroalimenta, al vacío perso-
               nal le sucede el abandono de medios y de servicios, enlazando
               todo en un círculo vicioso que se achica más y más con el tiem-





                                                                 54
   51   52   53   54   55   56   57   58   59   60   61