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A R T Í C U L O S DE
O P I N I Ó N
po… Menos gente, menos servicios… Menos servicios, menos
gente… Así hasta el cero.
Como, por otra parte, los aspectos extractivos y utilitaristas que
tiene la visión urbana sobre el medio rural se siguen manteniendo,
en cantidad y en calidad… Seguimos constatando que hay alimen-
tos en los lineales de los supermercados, que por los grifos sigue
saliendo agua potable, que respiramos el oxígeno que nos llega de
allende las ciudades, y que cuando apretamos el interruptor sigue
conduciéndose energía, tenemos tendencia a adormilarnos en la
creencia de que si del campo, de lo rural, nos siguen viniendo las
cosas que nos tienen que venir, … En el campo, en el rural, pase lo
que pase, lo que pueda ocurrir, estará bien.
Ante eso llevamos años batallando en encontrar una respuesta de
país, convencidos de que lo que ocurre no está tan bien. Ante eso
hemos puesto en marcha actividades y recursos, y hay que recono-
cer que hemos escrito no pocas páginas en los boletines oficiales.
Sin embargo, se empieza a constatar una cierta sensación de ago-
tamiento, una cierta sensación de habernos quedado en los subur-
bios del problema, una cierta sensación de que no acabamos de
encontrar la hebra de enlazar la solución.
Quizá el problema parta de que no hayamos sido capaces de definir
el objetivo. Sabemos que tenemos ante nosotros un reto respecto
del territorio rural, una “reto demográfico” lo hemos llamado. ¿Pero
sabemos cuál es el “reto”? ¿Nos hemos parado a definir hacia qué
horizonte nos gustaría encaminarnos? ¿Tenemos un modelo para el
territorio rural?
Yo, y lo digo con todo el respeto por los actores, creo que hemos
sido capaces de escribir muchas páginas, que hemos acertado en
el diagnóstico y en el análisis, que hemos generado una corriente
de sintonía emocional sobre lo rural… Pero también creo que no
acabamos de ser capaces de precisar el objetivo que buscamos. Y
mientras que no tengamos claro cuál deseamos, como país, que
fuera nuestro modelo de organización en el territorio rural dentro
de cincuenta o cien años, difícilmente podremos hacer políticas
ordenadas para llegar a un determinado escenario.
Creo que es loable el esfuerzo situacionista que hemos emprendido
para dar respuesta a las cuestiones inmediatas que nos agobian.
Pero a veces tener puestas las gafas de cerca no es la mejor ma-
nera de ver lejos. Incluso a veces tanto obsesionarnos con lo inme-
diato puede suponer un efecto contrario al deseado. Resolver el
problema de aislamiento físico de un núcleo rural en rumbo decli-
nante, y solo hacer eso, puede ser una magnifica mecha que per-
mita propiciar el incendio que lleve su fin definitivo. Recordemos
que las autopistas unen y consolidan las ciudades, pero aíslan y
vacían a los pueblos.
Y en eso de ver, a veces lo evidente nos oculta la realidad. Por poner
un ejemplo, cuando miramos al medio rural creemos que estamos
ante una realidad en donde la actividad productiva primaria tiene un
peso determinante. Y es verdad, pero no lo es de manera absoluta.
Es cierto que en la configuración del territorio rural lo agrario es
esencial, y es cierto que desde la premisa de lo agrario es quizá
desde donde mejor se puede comprender lo que está ocurriendo, pero
estaríamos ante un error si pensamos que la solución al problema
pasa exclusivamente por lo agrario. El peso económico de la agricul-
tura en el medio rural puede ser el principal rubro, pero no es el rubro
mayoritario. Y solo tocando todos los palillos, los que vemos y los que
no vemos, podremos encontrar respuesta.
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