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PARA NO DETENER


                     NUESTRA VIDA



                     Yolanda Díaz. Vicepresidenta segunda del Gobierno y Ministra de Trabajo y
                     Economía Social.




                     “Todo lo que pertenece al pasado necesita ser revivido, acla-
                     rado, para que no detenga nuestra vida”. En muchas ocasiones,   De las exiliadas dijo María
                     cuando hemos abordado públicamente la cuestión de la memoria,
                     me he reencontrado con esta frase de María Zambrano, que, tras   Zambrano: “Somos memoria,
                     la Guerra Civil española, se vio condenada, como tantas y tantos,
                     al desamparo del exilio. En ese exilio forzoso halló la pensadora   memoria que rescata”
                     malagueña varias de las claves interpretativas de la historia de
                     nuestro país, dando forma y materia a una ética transterrada, que
                     sigue arrojando luz sobre los problemas del presente. De las exilia-
                     das dijo María Zambrano: “Somos memoria, memoria que rescata”.

                     Me gustaría retomar esas palabras porque encarnan, con precisión,
                     el periplo de Francisco Largo Caballero, ministro obrero e his-
                     tórico secretario general de la UGT, en este año en el que recorda-
                     mos el 75 aniversario de su fallecimiento en el exilio francés. Largo
                     Caballero es el hilo de plata que nos conecta con las grandes con-
                     quistas laborales del siglo XX, tras sumar a nuestro país al contex-
                     to global representado por la Organización Internacional del Traba-
                     jo. Gracias a la adopción y suscripción de los grandes convenios de
                     la OIT España incorporó, en el contexto europeo del momento, los
                     postulados del trabajo digno y con derechos que, aún hoy, inspiran
                     nuestras políticas y mueven nuestros anhelos de progreso y justicia
                     social.

                     Decía Largo Caballero: “Soy esclavo de las realidades”. Desde la
                     cartera de Trabajo y Previsión Social, el sindicalista madrileño fue
                     un testigo de privilegio de la realidad e impulsó activamente su
                     transformación. Con un inédito despliegue normativo y legislativo,
                     el que llegaría a ser presidente del Consejo de Ministros de la II
                     República transformó las condiciones colectivas de trabajo en Es-
                     paña. Esa herencia no se sustrae a ninguna campaña interesada ni
                     partidista, como las que, en este último año, han querido despojar
                     al hombre de su contexto y devolver su legado y su ejemplo al
                     cuarto trasero de la historia.

                     La memoria es, como decimos en gallego, “teimuda” -pertinaz,
                     cabezota, testaruda- y acaba siempre reclamando su lugar. Y la
                     memoria de Largo Caballero -que tuvo que afrontar en los últimos
                     años de su vida la barbarie de los campos de concentración nazis-
                     no admite ejercicios de manipulación ni mentiras que opaquen su
                     humanidad y la profunda raíz democrática de sus actos.

                     En una carta a Indalecio Prieto a Nueva York, en la que relata su
                     paso por el infierno de Oranienburg, a las afueras de Berlín, escribe
                     Largo Caballero, con palabras que nos recuerdan al Primo Levi de
                     Si esto es un hombre:

                     ”Lo más terrible es que los nazis habían llegado a hacer una ciencia
                     y una técnica de la crueldad. Perseguían sistemáticamente la ani-
                     malización de las gentes a las que consideraban enemigas. En bue-
                     na parte lograron su propósito. He observado casos de abyección
                     verdaderamente lamentables. El instinto de conservación y el egoís-
                     mo empujan a los hombres a situaciones morales y a actitudes que



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