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CAMBIOS ESTRATÉGICOS
PARA UNA POLÍTICA
INDUSTRIAL DE FUTURO
Pepe Álvarez. Secretario general de la UGT.
Introducción: un nuevo paradigma industrial
Este 1 de julio se ha puesto a exposición pública la nueva Ley de
Industria. La actual es del 1992, cuando no se hablaba, o muy poco, Se ha puesto en valor la
de descarbonización, cambio climático, Inteligencia artificial, está-
bamos aún en el inicio de internet y no habíamos visto los efectos autonomía industrial de los
devastadores de la globalización salvaje neoliberal, ni las crisis
energéticas y de suministros que genero la pandemia mundial del territorios, y se resignifica una
2020. Se ha puesto en valor la autonomía industrial de los territo- vuelta a la relocalización de
rios, y se resignifica una vuelta a la relocalización de las actividades
industriales. La política industrial de un país solo funciona allí don- las actividades industriales
de se generan acuerdos y consensos amplios, que es lo que nece-
sitamos aquí.
Hace décadas que se viene hablando sobre la necesidad de reforzar
la actividad industrial en gran parte de los países europeos, y entre
ellos en España, debido a las numerosas evidencias empíricas que
han demostrado, a lo largo de los años y en diferentes vicisitudes,
que las áreas con un importante y sólido desempeño industrial
soportan mejor las crisis y ocupan un empleo más productivo y
resistente ante las mismas. Esta constatación llevó a que las insti-
tuciones europeas impulsaran a partir de 2010, a través de diversas
iniciativas integradas en la Estrategia Europa 2020, la consecución
de un crecimiento innovador y sostenible en el que la industria lo-
grara alcanzar un peso del 20% sobre el PIB en el año 2020.
Aunque algunos países de la zona euro sí cumplen con ese objetivo
(en Alemania, por ejemplo, supera el 24%) en otros, como España,
sigue lejos. Tras la desindustrialización acaecida en las últimas
décadas del siglo XX en nuestro país, y con la pujanza global de la
terciarización económica, actualmente nuestro sector industrial
supone poco más del 16,5% del producto total, y su empleo el
13,3%. Pero, como también señalan las mencionadas iniciativas
europeas sobre la materia, no se trata solo de una cuestión cuan-
titativa; al contrario, es el componente cualitativo el que determina
ahora de manera más decisiva el impacto presente y futuro de la
actividad industrial y su capacidad potencial para influir de manera
positiva no solo sobre el crecimiento económico, sino en último
término sobre el bienestar colectivo de la ciudadanía.
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