Tras la firma de un contrato de comodato con la familia propietaria de la Sociedad Anónima de los Pinares del Paular, entre junio y julio, se ha realizado el traslado de archivo histórico de la centenaria empresa de su lugar de almacenamiento en la instalaciones de la serrería en Rascafría, hasta los depósitos de documentación del Centro Documental de la Fundación Anastasio de Gracia, donde se ha instalado la documentación en un espacio de humedad y temperatura controlados.
El fondo documental de la S.A. Belga de los Pinares del Paular constituye un elemento destacado y casi único del patrimonio documental industrial de España, con casi 200 años de historia. En nuestro país, debido a las diferentes crisis económicas y procesos de fusión y absorción entre compañías —y a la falta de una conciencia social sobre la importancia histórica de los archivos empresariales—, buena parte de la documentación de muchas industrias y empresas se ha perdido irremediablemente. En el caso de la empresa maderera objeto de este proyecto, el hecho de haber estado siempre en manos del mismo grupo reducido de propietarios, ha dado como resultado que la documentación de la empresa se conserve excepcionalmente íntegra, casi desde el momento de su creación —con motivo de la desamortización de Mendizábal, hace 183 años— hasta el día de hoy, en que la sociedad está en liquidación, tras la venta al Estado de la mayor parte de sus pinares para integrarse en el Parque Nacional de Guadarrama.
La Sociedad Anónima Belga de los Pinares del Paular, se creó en 1840 bajo la denominación Sociedad Civil Belga de Fincas Españolas cuyo objetivo principal era la explotación maderera del Monte del Paular, tras la supresión de la Cartuja en 1835 y la desamortización posterior de los bienes que le pertenecían. En 1837 el Estado vendió a Andrés Andreu el Monte del Paular y éste a su vez, en 1840 lo vendió a un grupo de inversores belgas. Posteriormente entre los años 50 y 60, ante el crecimiento demográfico de Madrid y la expansión de la ciudad, se adquirieron nuevos terrenos en la Cabrera y se construyeron almacenes, además de en Rascafría y en la propia Cabrera, en la localidad de Villalba, y se amplió el local que la Sociedad poseía en las inmediaciones de la calle Atocha.
En 1876 en la finca del Paular, se construyó una serrería a vapor que supuso una de las primeras muestras de la Revolución Industrial en la explotación de los montes españoles.
En 1878 se liquidó la sociedad civil y se formó una anónima entre los mismos accionistas, denominada un año después Sociedad Anónima Belga del Monte del Paular, domiciliada en Bruselas y con una agencia en Madrid.
La Sociedad se mantuvo en crecimiento hasta la llegada, bien entrado el siglo XX, de nuevos sistemas constructivos que llevaron a un paulatino abandono del uso de la madera en la industria edilicia. En esos momentos, ya en los años 50, parte del gran complejo que poseía la empresa en Madrid, especialmente el solar más rentable que daba a la calle Atocha, donde se encontraba el edificio de oficinas, fue derruido y se creó un nuevo edifico destinado a hotel y gestionado por la propia S.A. Posiblemente en este momento una parte de la documentación antigua sería transferida a Rascafría, aunque aún no tenemos constancia exacta de la fecha.
El fondo documental de la empresa se ha mantenido hasta ahora en la finca de Rascafría donde se encontraban los antiguos almacenes y serrería originales, situados limitando por un lado con los terrenos actuales de la Cartuja, y por el otro con el núcleo urbano de la localidad.
En esta finca, la documentación se guardaba dispersa en varios edificios. Por un lado, los principales libros de contabilidad, de gran formato, se encontraban en la planta baja de la casa principal, antigua zona de oficinas, que se encuentra sometida a una humedad importante.
La principal parte de la documentación se encontraba en una antigua nave sometida a una gran humedad proveniente tanto de un canal colindante como del hecho de estar sometida a las inclemencias meteorológicas cuando se producían debido a un estado de conservación deficiente de la cubierta. En esta nave se encontraba parte de la documentación en cajas de madera selladas, posiblemente desde hace décadas (137) o en cajas de mudanza de cartón más recientes (46), todas ellas cubiertas con un plástico para evitar la caída directa de la lluvia sobre las cajas y sobre palés de madera, que las aislaban mínimamente de la humedad del suelo.
Una vez instalada la documentación en la Fundación se han realizado los primeros trabajos de identificación y descripción, empezando por los libros de contabilidad.